No levantarás falsos testimonios ni mentirás», ordena el octavo de los diez mandamientos que Dios entregó, prácticamente en mano, al profeta Moisés, desde lo alto del monte Sinaí. Vulnerar uno de estos preceptos es incurrir en pecado mortal, según la doctrina de la Santa Madre. Así que el paniaguado de la cadena Cope —¡Ave María purísima!— que lanzó la especie de que Eufemiano Fuentes, ese afamado maestro de la coctelería deportiva, trabajaba para el Valencia CF en los años gloriosos de las últimas ligas, debería, cuanto menos, hincarse ante monseñor Rouco y solicitar confesión urgente para lavar su conciencia. Tres «padrenuestros», un par de credos, un sonoro golpe de pecho, y asunto zanjado. A seguir. Otro tanto cabría esperar del truculento Inda, tan diligente en la difusión de embustes, así sean ajenos, como el que ahora nos ocupa, o de fabricación propia, como el que se inventó con David Villa y su consumado traspaso al Madrid. Hasta hoy.
La competencia es muy dura. Y la vida del periodista con ínfulas de estrella de las ondas, ni te cuento. A algunos de esos zahoríes de la información que se las daban de sacar noticias en pleno desierto, se les ha secado el caudal informativo. Acuciados por la necesidad de justificar un jornal seguramente demasiado abultado para lo que realmente son, unos pobres cantamañanas —o noches, para el caso igual da— y deseosos de complacer las espectativas empresariales que habían vendido en su currículo, han degenerado en simples estafadores. Sin adoptar la más elemental cautela —simplemente descolgar el teléfono y marcar el número del VCF—, sueltan su mentira revestida de toda solemnidad y se quedan tan anchos.
El Real Madrid, que se ha visto implicado, aunque sea de refilón, en esta añagaza para captar a incautos radioyentes, debería, o presentar pruebas de lo que le atribuye el bocazas, o desautorizarle formalmente. Por el propio prestigio del club, y en atención a ese señorío del que siempre presumió y que tanto le preocupa últimamente a Florentino —¿por qué sera?— no puede consentir que le utilicen como coartada para lanzar una acusación del calibre de la que han vertido contra el FC Barcelona, y de un embuste como el que le han adjudicado al Valencia CF. Queriendo o sin querer, el Madrid se ha convertido en el arma arrojadiza de esta patraña. Va a ser difícil, no obstante, que pueda desmontarla con absoluta credibilidad. Como les ocurre a otros clubes, también el Real es prisionero de sus voceros oficiosos, que se prestan gustosos a hacer los trabajos sucios. Aquello que sus pulidos ejecutivos no se atreven a afirmar por su boca, lo propalan gustosamente estos culiparlantes con pretensiones de Pulitzer, pero con menos cerebro que un mosquito. En el fondo no son más que unos «pringaos».
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