LOURDES MARTÍ VALENCIA..-Dos palabras mágicas. Seis letras que llevan implícitas una ilusión. Un sueño del que la afición del Valencia no quiere despertar. En la Copa están puestas todas las esperanzas de los seguidores blanquinegros. Las colas en Mestalla para hacerse con una localidad auguraban un lleno absoluto. Y así fue. 51.800 espectadores abarrotaron las gradas. Hasta la bandera.
Lo primero que vieron los futbolistas del Valencia nada más pisar el terreno de juego fue el tifo en el que se podía leer 'Jo crec' y un dibujo de la Copa del Rey. En las gradas también lucieron dos Senyeres. Dos símbolos que escudaban el mensaje con el que la afición mostraba su firme deseo de disputar esta temporada una final.
El partido ya había empezado con ilusión. Y la ocasión de Piatti tras diez minutos del pitido inicial levantó todavía más a la grada: «¡A por ellos, oé!». El argentino dio todavía más alas a la afición. Pero curiosamente no fue una gran ocasión del Valencia lo que encendió definitivamente a la grada. El ambiente se caldeó hasta el punto de ebullición cuando González González no vio lo que sí percibieron 50.000 personas. «¡Burro, burro!», gritó la encolerizada hinchada.
La grada empujó con ganas al equipo. Ante la injusticia, los aficionados valencianistas pedían a sus héroes pundonor. Y el momento de júbilo llegó. Estallido. El gol de Jonas hizo que Mestalla se tambaleara. La rabia del futbolista brasileño en la celebración del tanto que le costó una amarilla era exactamente la misma que hizo a los valencianistas levantarse de las butacas. Los abrazos, el sueño de llegar a la final estaba más cerca. El coliseo era una fiesta.
El equipo de Emery estaba desmelenado y entre los futbolistas y la grada parecían tener al Barça contra las cuerdas. Mestalla fue una fiesta, pero sólo durante ocho minutos. El estadio blanquinegro iba quedándose helado a medida que el balón empujado por Puyol entraba a la portería de Alves. Silencio. La noche se volvió fría.
Por momentos la afición apretaba. Pero el tanto del empate dolió. Llegó el descanso, y González González fue el más abucheado en la retirada a vestuarios. La afición consideró al árbitro como el principal culpable de que su equipo no tuviera encarrilada la eliminatoria.
Tras el descanso la afición tardó en enchufarse. El Barcelona empezaba a manejar el balón con comodidad y esto ahogó miles de gargantas. Y más cuando Miguel cometió penalti sobre Thiago.
Pero Diego Alves volvió a dar motivos a la afición para creer. La parada del guardameta a la pena máxima lanzada por Messi se celebró casi como un tanto del Valencia. «¡A por ellos, oé!», fue el grito de guerra de Mestalla. «Poco a poco me enamoré de ti», «Esta es la grada que te anima» o «Vamos campeón» fueron los cánticos que caldearon de nuevo el ambiente. Lo que no cambiaron fueron los abucheos hacia el colegiado.
Hasta que llegó el momento de la marcha del gran capitán. Mestalla estaba rendido anoche al equipo, pero su idilio, su debilidad, es y será para siempre hacia David Albelda. La gente se puso en pie para despedir al centrocampista de La Pobla Llarga cuando abandonó exhausto el terreno de juego.
El valencianismo estuvo con los de Unai Emery hasta el final. Creyó en la victoria desde primera hora de la tarde. Había ganas de partido. Mucho antes de que arrancara el encuentro, el estadio ya tenía color. Estos seguidores aplaudieron a los once titulares del Valencia cuando salieron a calentar. Todo lo contrario que a los once elegidos por Guardiola. Y bien lo pudo comprobar Pinto. El guardameta andaluz recibió una sonora pitada al ser el primer culé en pisar el césped. Silbidos y algún que otro insulto por parte de un sector de la grada.
No todo salió a pedir de boca. La Agrupación de Peñas había convocado a sus miembros para arropar al Valencia hasta el estadio. Pero no pudo ser. Los seguidores esperaban al equipo en una de las esquinas anteriores al estadio custodiados por la Policía Nacional. Sin embargo, los agentes recibieron órdenes de que los seguidores debían recibir a la expedición dirigida por Emery en la avenida de Suecia. Como el resto. Un poco molestos, aunque a ritmo de dolçaina y tabalet, los peñistas se desplazaron hasta donde estaba el resto de seguidores.
Pasaban pocos minutos de las 19.30 horas. Un coche de la Policía Nacional enseñaba el camino al autobús del Valencia. En los aledaños de Mestalla miles de seguidores daban la bienvenida a su equipo. «¡A por ellos, oe!». Ese fue el grito de guerra de los aficionados que abarrotaron las calles cercanas al coliseo valencianista.
La expedición blanquinegra entró a Mestalla con el empuje de su afición. Soldado se llevó los mayores aplausos. En su olfato goleador estaban depositadas las esperanzas de los aficionados. El autobús valencianista se marchó. Pero nadie se movió. Ahora tocaba apretar al rival. Y los seguidores lo hicieron. Eso sí, más tarde de lo habitual.
Los hombres de Guardiola se hicieron de rogar. De hecho, llegaron al estadio sólo 55 minutos antes de arrancar el partido, pero a la afición no se le hizo larga la espera. Los seguidores del Valencia hicieron tiempo cantando canciones en contra del conjunto rival. Y todos saltaron a ritmo de: «¡Es del Barça el que no bote!». Cuando asomó el autobús de los azulgrana sólo se escuchaban pitos. Unos silbidos rotos por algunos aficionados culés camuflados entre tanto valencianista. Los de Guardiola no se pueden quejar por falta de apoyo.
En el hotel donde estaba hospedada la expedición azulgrana hubo seguidores haciendo guardia con la esperanza de ver a sus ídolos. Nada más pisar Valencia, Sandro Rosell recibió una petición de un aficionado: «Presi, ficha a Jordi Alba». El máximo mandatario del conjunto azulgrana sonrió. En Manises los jugadores de Pep Guardiola ya sintieron el cariño de alrededor de 200 aficionados que les esperaban en la termina del aeropuerto.
http://valenciacf.lasprovincias.es/noticias/2012-02-02/crec-mueve-montanas-20120202.html



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