La vida de Carlos Diarte ha sido corta pero intensa. También lo fue su etapa en Mestalla. El Lobo fue un futbolista diferente.
La vida de Carlos Diarte ha sido corta pero intensa. También lo fue su etapa en Mestalla; sólo tres temporadas le bastaron para ganarse a la afición y conquistar sus corazones. El ´Lobo´ era un futbolista diferente, polifacético, vitalista, seductor. Voraz sobre el césped, guerrero con los centrales que le marcaban, iba con todo, nunca se arrugaba, rematador magnífico, potente en carrera, dominador del juego aéreo, era, sin duda, el delantero más completo. Fuera de los terrenos de juego se transformaba en un hombre tierno y melancólico al que se le pasaban las horas cuando cantaba a los acordes de una guitarra. Su fichaje conmocionó el fútbol español en el verano del 76. El Valencia de Ramos Costa hizo saltar la banca al pagar una cantidad que estableció un registro sin precedentes hasta entonces: 65 millones de pesetas para el Zaragoza, además del traspaso de Juan Planelles. El ariete paraguayo había deslumbrado desde su llegada a La Romareda. Antes de recalar en Mestalla disputó la final de la Copa del Rey con derrota para los aragoneses, un año antes, se había proclamado subcampeón de Liga formando un tándem letal con su paisano Arrúa.
Naranja del 76
En el Valencia empezó arrasando. Cuando se evoca el fallido debut de Mario Kempes en el Naranja del 76 ante el CSKA de Moscú, se omite que esa noche el ´Lobo´ salvó los muebles con dos goles y un penalti marcado en la tanda. Fue el héroe de un debut decepcionante. Aquella legendaria vanguardia formada por Rep, Diarte y Kempes se convirtió en la sensación de la liga. De los tres, Diarte era el más aclamado por la afición, los números le avalaban al marcar once goles en seis jornadas. Su momento de gloria llegó en una lluviosa tarde otoñal cuando batió en tres ocasiones la portería del Racing de Santander defendida por Damas. El valencianismo aguantó el chaparrón y acabó sacando en hombros a Diarte por la puerta de la avenida de Suecia, un hecho único e irrepetible. Aquella fue su última gran actuación, ese día tocó el cielo. Poco después sufrió una lesión en Sevilla de la que nunca terminó de recuperarse. El ´Lobo´ ya no volvió a ser el mismo ariete incisivo que había sembrado el pánico en las defensas adversarias hasta entonces. La hinchada valencianista solía intimidar a los rivales con el grito de «¡que viene el lobo!», sustituido al poco tiempo por el de «Kempeees, Kempeees» cada vez que el ´Matador´ iba a tirar una falta directa a gol. Aquel equipo prometedor dirigido por Heriberto Herrera se descompuso de forma tan incomprensible que a estas alturas todavía nadie ha logrado explicar. Misterios del fútbol, ya se sabe.
Para la historia
En su decadencia, Carlos Diarte firmó dos goles que entraron en la historia: el primero en el ejercicio 77/78, cuando en cinco segundos batió a Esteban, portero del Elche ante el asombro general de los aficionados. Ese ha sido el gol más rápido de todos los marcados en Mestalla y uno de los más madrugadores de toda la historia de la Liga española. Al año siguiente, Carlos Diarte inauguró el marcador ante el Barça al poco de iniciarse el encuentro que culminó con una memorable remontada en la Copa del Rey. Pasieguito se jugó la carta de un ataque en tromba que terminó por dar sus frutos: el Valencia ganó por 4-0, superó la eliminatoria y acabó por llevarse el título. En la final, ante el Real Madrid, Diarte se despidió como valencianista aunque no llegó a jugar. Pocos meses después, en el primer partido liguero en Mestalla, defendió los colores del Salamanca y marcó uno de los dos goles visitantes que forzaron un inesperado empate. Aquel fue su último aullido.
http://www.superdeporte.es/colaboradores/2011/06/30/ultimo-aullido/71923.html
La vida de Carlos Diarte ha sido corta pero intensa. También lo fue su etapa en Mestalla; sólo tres temporadas le bastaron para ganarse a la afición y conquistar sus corazones. El ´Lobo´ era un futbolista diferente, polifacético, vitalista, seductor. Voraz sobre el césped, guerrero con los centrales que le marcaban, iba con todo, nunca se arrugaba, rematador magnífico, potente en carrera, dominador del juego aéreo, era, sin duda, el delantero más completo. Fuera de los terrenos de juego se transformaba en un hombre tierno y melancólico al que se le pasaban las horas cuando cantaba a los acordes de una guitarra. Su fichaje conmocionó el fútbol español en el verano del 76. El Valencia de Ramos Costa hizo saltar la banca al pagar una cantidad que estableció un registro sin precedentes hasta entonces: 65 millones de pesetas para el Zaragoza, además del traspaso de Juan Planelles. El ariete paraguayo había deslumbrado desde su llegada a La Romareda. Antes de recalar en Mestalla disputó la final de la Copa del Rey con derrota para los aragoneses, un año antes, se había proclamado subcampeón de Liga formando un tándem letal con su paisano Arrúa.
Naranja del 76
En el Valencia empezó arrasando. Cuando se evoca el fallido debut de Mario Kempes en el Naranja del 76 ante el CSKA de Moscú, se omite que esa noche el ´Lobo´ salvó los muebles con dos goles y un penalti marcado en la tanda. Fue el héroe de un debut decepcionante. Aquella legendaria vanguardia formada por Rep, Diarte y Kempes se convirtió en la sensación de la liga. De los tres, Diarte era el más aclamado por la afición, los números le avalaban al marcar once goles en seis jornadas. Su momento de gloria llegó en una lluviosa tarde otoñal cuando batió en tres ocasiones la portería del Racing de Santander defendida por Damas. El valencianismo aguantó el chaparrón y acabó sacando en hombros a Diarte por la puerta de la avenida de Suecia, un hecho único e irrepetible. Aquella fue su última gran actuación, ese día tocó el cielo. Poco después sufrió una lesión en Sevilla de la que nunca terminó de recuperarse. El ´Lobo´ ya no volvió a ser el mismo ariete incisivo que había sembrado el pánico en las defensas adversarias hasta entonces. La hinchada valencianista solía intimidar a los rivales con el grito de «¡que viene el lobo!», sustituido al poco tiempo por el de «Kempeees, Kempeees» cada vez que el ´Matador´ iba a tirar una falta directa a gol. Aquel equipo prometedor dirigido por Heriberto Herrera se descompuso de forma tan incomprensible que a estas alturas todavía nadie ha logrado explicar. Misterios del fútbol, ya se sabe.
Para la historia
En su decadencia, Carlos Diarte firmó dos goles que entraron en la historia: el primero en el ejercicio 77/78, cuando en cinco segundos batió a Esteban, portero del Elche ante el asombro general de los aficionados. Ese ha sido el gol más rápido de todos los marcados en Mestalla y uno de los más madrugadores de toda la historia de la Liga española. Al año siguiente, Carlos Diarte inauguró el marcador ante el Barça al poco de iniciarse el encuentro que culminó con una memorable remontada en la Copa del Rey. Pasieguito se jugó la carta de un ataque en tromba que terminó por dar sus frutos: el Valencia ganó por 4-0, superó la eliminatoria y acabó por llevarse el título. En la final, ante el Real Madrid, Diarte se despidió como valencianista aunque no llegó a jugar. Pocos meses después, en el primer partido liguero en Mestalla, defendió los colores del Salamanca y marcó uno de los dos goles visitantes que forzaron un inesperado empate. Aquel fue su último aullido.
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