Al Valencia lo saca de Europa un equipo del montón al que además tuvo contra las cuerdas en Mestalla y en Alemania.
Cuando uno se queda sin argumentos para explicar lo que está pasando o simplemente no sabe a quién cargarle el muerto, lo más recurrido en estos días es sucumbir a la moda y decir que la culpa es de Zapatero. No tiene el presidente del Gobierno pinta de ser forofo de Raúl, a diferencia de Florentino, pero da igual, anoche se dejó meter otro gol por la Merkel y ha de pagar por ello con el descrédito. Pero no, ni poniendo todo el empeño que se puede poner en estas tristes circunstancias, no está el panorama para bromas después de que el Valencia malgastara todo el crédito ganado a pulso durante semanas frente a un equipo que era un auténtico regalo a estas alturas de la Liga de Campeones. Alguien dijo que es en los entierros donde se escuchan los mejores chistes, pero seguramente no es verdad.
Surrealista
De entrada era importante no repetir lo de hace un año en el Calderón, o sea, no dejar volar los primeros ochenta minutos para echar el resto a la desesperada en los últimos diez. Sí, aquella vez hubiera valido de no ser por Florian Meyer, pero no es plan. Y el equipo de Emery lo hizo bien, salió atrás para contener la primera ráfaga de los alemanes, pero sólo tardó seis o siete minutos en darse cuenta de que el lobo no era tan fiero, que no había nada que esperar y que podía hacerse fácilmente con el partido. Sí, el gol de Ricardo Costa —hasta ahora sólo los hacía en su propia portería— hay que explicarlo un poco desde el surrealismo, pero hizo justicia a lo que estaba ocurriendo en un silencioso Veltins Arena. Quedaba media hora para el descanso, fueron los mejores minutos del Valencia en los que, paradójicamente, tiró la eliminatoria. Primero por no machacar a un rival nervioso y desconcertado y después porque en el minuto 40 el Schalke hacía el empate gracias a una falta imaginaria que Farfán puso en órbita hacia la escuadra de Guaita.
Disciplina táctica
Recibir un gol era un contratiempo, pero no un desastre. Más que el resultado, lo preocupante era que ese tanto minara la confianza y sacase al equipo de su disciplina táctica. Así es como el Valencia se desajusta y se convierte en un equipo vulnerable. Y así fue, a partir de ahí llegaron los peores minutos y gracias que llegó el descanso, aunque en la reanudación no cambió demasiado la cosa. Y en unas de esas a las que tristemente nos tiene acostumbrados el Valencia en defensa llegó el segundo gol, que era importante pero no decisivo. Quedaba mucho y, como durante todo el partido, seguía dando la sensación de ser más equipo, de poder hacer un gol en cualquier momento, pero no hubo quien lo hiciera.
El sueño se escapa
Los cambios excepto un poco el Tino Costa no acabaron de entrar en el partido y, a falta de 15 minutos, el Valencia se enfrió. Flojearon las piernas y con ellas el ánimo, sólo había que marcar un gol pero empezaba a hacer falta un milagro para conseguirlo. Y esta vez no lo hubo, o sí lo hubo, pero fue en este caso el milagro alemán. ¿Se perdió la eliminatoria en Mestalla o anoche en Gelsenkirchen? Se perdió en los dos y puede que siendo superior en los dos, lo que no hace más que generar más impotencia y desilusión en el valencianismo. Sí, al final lo más duro de asumir es comprobar con qué poco han echado al Valencia de Europa estos chicos que entrena Felix Magath de la Europa de los ocho, el objetivo que escapa de nuestros mejores sueños... hasta la temporada que viene.
http://www.superdeporte.es/julian-montoro/2011/03/10/digamos-culpa-zapatero/121849.html
Cuando uno se queda sin argumentos para explicar lo que está pasando o simplemente no sabe a quién cargarle el muerto, lo más recurrido en estos días es sucumbir a la moda y decir que la culpa es de Zapatero. No tiene el presidente del Gobierno pinta de ser forofo de Raúl, a diferencia de Florentino, pero da igual, anoche se dejó meter otro gol por la Merkel y ha de pagar por ello con el descrédito. Pero no, ni poniendo todo el empeño que se puede poner en estas tristes circunstancias, no está el panorama para bromas después de que el Valencia malgastara todo el crédito ganado a pulso durante semanas frente a un equipo que era un auténtico regalo a estas alturas de la Liga de Campeones. Alguien dijo que es en los entierros donde se escuchan los mejores chistes, pero seguramente no es verdad.
Surrealista
De entrada era importante no repetir lo de hace un año en el Calderón, o sea, no dejar volar los primeros ochenta minutos para echar el resto a la desesperada en los últimos diez. Sí, aquella vez hubiera valido de no ser por Florian Meyer, pero no es plan. Y el equipo de Emery lo hizo bien, salió atrás para contener la primera ráfaga de los alemanes, pero sólo tardó seis o siete minutos en darse cuenta de que el lobo no era tan fiero, que no había nada que esperar y que podía hacerse fácilmente con el partido. Sí, el gol de Ricardo Costa —hasta ahora sólo los hacía en su propia portería— hay que explicarlo un poco desde el surrealismo, pero hizo justicia a lo que estaba ocurriendo en un silencioso Veltins Arena. Quedaba media hora para el descanso, fueron los mejores minutos del Valencia en los que, paradójicamente, tiró la eliminatoria. Primero por no machacar a un rival nervioso y desconcertado y después porque en el minuto 40 el Schalke hacía el empate gracias a una falta imaginaria que Farfán puso en órbita hacia la escuadra de Guaita.
Disciplina táctica
Recibir un gol era un contratiempo, pero no un desastre. Más que el resultado, lo preocupante era que ese tanto minara la confianza y sacase al equipo de su disciplina táctica. Así es como el Valencia se desajusta y se convierte en un equipo vulnerable. Y así fue, a partir de ahí llegaron los peores minutos y gracias que llegó el descanso, aunque en la reanudación no cambió demasiado la cosa. Y en unas de esas a las que tristemente nos tiene acostumbrados el Valencia en defensa llegó el segundo gol, que era importante pero no decisivo. Quedaba mucho y, como durante todo el partido, seguía dando la sensación de ser más equipo, de poder hacer un gol en cualquier momento, pero no hubo quien lo hiciera.
El sueño se escapa
Los cambios excepto un poco el Tino Costa no acabaron de entrar en el partido y, a falta de 15 minutos, el Valencia se enfrió. Flojearon las piernas y con ellas el ánimo, sólo había que marcar un gol pero empezaba a hacer falta un milagro para conseguirlo. Y esta vez no lo hubo, o sí lo hubo, pero fue en este caso el milagro alemán. ¿Se perdió la eliminatoria en Mestalla o anoche en Gelsenkirchen? Se perdió en los dos y puede que siendo superior en los dos, lo que no hace más que generar más impotencia y desilusión en el valencianismo. Sí, al final lo más duro de asumir es comprobar con qué poco han echado al Valencia de Europa estos chicos que entrena Felix Magath de la Europa de los ocho, el objetivo que escapa de nuestros mejores sueños... hasta la temporada que viene.
http://www.superdeporte.es/julian-montoro/2011/03/10/digamos-culpa-zapatero/121849.html
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