Un viaje por el tiempo y los sentimientos

No era un día como los demás. La visita del Valencia rompía la rutina. Se notaba en sus caras, en las mesas vacías donde cada mañana juegan al dominó. Gilberto, Antonio, Paco, Rafa, Salvador, Eliseo, Mercedes, Francisco, el Chato, el Gorrión, Agustí, Rafael, Juan José, Vicent… Para todos era un día de fiesta. Los mayores de Campanar rejuvenecían por minutos a medida que llegaba la hora. La hora de ver a sus ídolos.

Aunque, como decía el cartel de presentación, los ídolos eran ellos. ´Nuestros mayores, ídolos´. Reencontrarse en persona con Giner, Arias, Pablo y Salva Martí era viajar en el tiempo. Recordar aquellos viejos tiempos en los que eran unos jóvenes aficionados. Trasladar el ayer al hoy. Es lo que empezaron a hacer con el gol de Ayala de la Liga. «¡Gooool!». El penalti de Pellegrino. «¡No lo falles, Mauricio!». La obra de arte de Mendieta en La Cartuja. «¡Qué golazo!» O la lluvia de la final de Copa del Bernabéu. «Quina pluja!».

El primer vídeo de la charla inundó de recuerdos a todos. Allí estaban volviendo a celebrar los goles de Kempes o haciendo fuerza de nuevo para que entrara ese gol de Mijatovic desde el centro del campo. Un vídeo con la historia del Valencia desde sus orígenes daba inicio a este viaje al pasado. Montes, Cubells, Asensi, Mundo, Epi, Gorostiza, Eizaguirre… No había que esperar ni un segundo a que reconocieran sus caras. «Home, Puchades!» Fuertes, Waldo, Guillot, Piquer… Habían pasado muchos años, pero seguían siendo sus ídolos. De la admiración pasaron a la sorpresa. Giner les citaba para visitar Mestalla en junio. «¿Al nuevo o al viejo?», bromeaba un anciano. «¡Pero si estás jugando al dominó no irás, eh!». «¿A almorzar también?», preguntaba otro. «Haremos sobaquillo». «Y el alioli que no falte!». «A mí me gustaría jugar pero va a ser que no…» Después de las bromas llegaba el momento de poder dirigirse y hablar con sus ídolos. Salva Martí tomaba la palabra. Les recordaba que no eran mayores, eran «personas con juventud acumulada». «Juventud… obrera sí», se oía entre risas. «Es una pena que no haya más mujeres», apuntaba Salva. «Ací som molt moros!», exclamaban entre risas. Era el turno de las preguntas. «¿Hay alguna escuela para los chiquillos?» Salva intentaba explicar que estaban poniendo en funcionamiento una escuela… Enseguida le interrumpían. «Pero, no será como la Masía…» «¡Ahí, ahí!» exclamaban todos. «¡Vete tú a la Masía!» saltaba uno. «¿Todavía está la peña aquí?», preguntaba Arias. «Estaba en el casino que está en esta misma calle», le respondía. Ya no era un charla. Era una conversación de amigos recordando viejos tiempos a través del Valencia. Se acumulaba la gente que quería preguntar. «¡A ver!, por edad», ironizaba Arias. Todos se reían. ¿Si volviera a nacer sería futbolista? «Sí», contestaba. El centro se venía abajo. Aplausos y muchos reconocimientos. «Eras el mejor central de España!» «Tendrían que haber ido más a la selección». «No fuiste más porque no te fuiste al Madrid», afirmaban. Todos asentían con la cabeza. También se interesaban por el asturiano Pablo. «¡Ya que dices que eres valenciano… ¿tu mujer también es valenciana?». Sí, contestaba. «Pues ja está tot arreglat!», exclamaban entre carcajadas.

Estaban disfrutando entre recuerdos. Alguno echaba la vista tanto atrás que ni el propio Arias se acordaba. «Tú y yo a veces estuvimos en el Charly en Catarroja haciéndonos unas cubatitas!», le decían. «Voy a tener que salir menos de casa», bromeaba Arias. Se habló de fútbol, pero el coloquio era tan agradable que hasta se acabó hablando de los comercios del barrio. «Ara, entre los chinos y los moros…» Otros aprovechaban para mandar saludos a viejos conocidos. «Si véis a Aliaga le mandáis recuerdos de mi parte, que coincidí con él en Bugarra». Ya no había tiempo para más. Era el turno de las fotografías, los autógrafos y las dedicatorias. «Firmame aquí que lo vea mi mujer». «Cuando vea esto mi nieto…». «No sabes la alegría que me da hacerme esta foto contigo». Así, con la sonrisa en la boca y la nostalgia de haber rememorado los viejos tiempos a través del Valencia, volvían a la rutina. A su partida al dominó, a su quinto, a su ´cafenet´… Algunos tenían que ir al colegio a recoger a sus nietos. Seguro que con la ilusión de cogerles de la mano y decirles lo bonito que es vivir el presente, lo ilusionante que es soñar en el futuro, pero sobre todo, lo hermoso que es recordar y volver a disfrutar del pasado. Y más entre amigos y fútbol. Y todavía más si es gracias al Valencia. En aquella época, las alineaciones se recitaban de memoria…