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Plan de trabajo del Valencia CF

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lunes, 3 de febrero de 2014

EL PADRE DEL GRAN VALENCIA

Aragonés hizo al equipo blanquinegro subcampeón de Liga, se enfrentó a Romario y dimitió al inicio de su segunda temporada Luis inculcó en el club la mentalidad ganadora que desarrolló Benítez
 
M. RODRÍGUEZ/L. MARTÍ | VALENCIA..- «Estaba cabreado con él y acabé dándole la razón». Paco Camarasa era uno de los puntales del Valencia, capitán, cuando Luis Aragonés dirigió al equipo blanquinegro. El de Rafelbunyol guarda una anécdota que resume el carácter del Sabio. «Iba a entrenar enfadado porque llevaba dos partidos cambiándome. Él me lo notó y me preguntó qué ocurría. Yo, como tenía confianza con él, le respondí con malas palabras lo que sucedía». ¿Y qué ocurrió entonces? Que Aragonés hizo exactamente lo mismo que tantas veces con otros futbolistas en los diferentes equipos de los que ha estado al frente: «Me cogió de la pechera y me dijo: 'Usted ha bajado su rendimiento. Si no va a la selección, es porque usted no quiere'».
 
Mentalidad ganadora en estado puro. Ese discurso lo escucharon en sus charlas muchos futbolistas que luego conquistaron éxitos a las órdenes de Ranieri y Benítez. «Era el mejor motivando a los jugadores», dicen todas las fuentes consultadas, que de un modo u otro compartieron la etapa de Aragonés en el Valencia. Y su otra característica, la que comprobaron futbolistas como Reyes y Romario en Paterna, es que no tenía pelos en la lengua.
Un día, horas antes de un partido, espetó a un futbolista: «Usted es un payaso y un idiota». José Manuel Rielo, su segundo en el Valencia, el enlace entre el entrenador y la plantilla, se dirigió al Sabio: «Míster, ¿cree que es bueno que le haya dicho eso ahora? En el partido no va a dar una». Lo dijo a hurtadillas, al oído para no dejar en evidencia al técnico, que le respondió: «Ya verá como va a ser el mejor». Y lo fue.
 
La oveja descarriada de Luis Aragonés en Valencia fue Romario. Hasta el famoso 'míreme a los ojitos' hubo un intenso pulso que acabó con el brasileño cedido en el Flamengo y, quizás, el principio del fin de la etapa del Sabio como técnico blanquinegro. El astro había salido de fiesta con varios compañeros de vestuario un jueves por la noche, previo a un partido de Liga en sábado. A Aragonés le llegó la noticia y pidió a un técnico de la casa que se desplazase a la discoteca en cuestión para confirmar estos hechos. Este acudió al local y habló con los futbolistas: «Si os vais a casa, le digo al míster que no estabais». Todos se recogieron, excepto Romario.
 
A Luis Aragonés le encantaba el juego brasileño. Lógico. Lo que no le gustaba era su filosofía. Su estilo de vida. Quiso obligarlo a ser uno más, a correr para ganarse el puesto, y fracasó. Y lo hizo con la gran apuesta de la directiva de Paco Roig, quien quiso darle la vuelta de tuerca al Valencia, envalentonado por el subcampeonato del primer año el Sabio de Hortaleza.
 
Aquel verano, las fricciones entre la directiva y el entrenador eran evidentes. Ya amagó con irse antes de empezar la Liga. Y aquel campeonato no arrancó bien. El equipo protagonizó el peor inicio en siete años. Tras un tropiezo contra el Extremadura en Mestalla, presentó su dimisión: el consejo de Paco Roig la aceptó y firmó a Valdano. Entre un partido y otro, Aragonés había llamado «bufoncito y mentiroso» a Jaime Molina, consejero que había deslizado, tras el último tropiezo liguero, estar a favor de la destitución.
 
Rielo asumió la dirección de la plantilla de forma transitoria, para la visita al Bernabéu, donde el Valencia perdió 4-2. «Me dijo que me quedara aquí, que era un hombre de la casa y que era importante que hiciera mi trabajo como tal... y que si algún día salía del club, le llamara. Nunca acudí a él para eso, pero estoy seguro que hubiera cumplido su promesa». El técnico ha sido uno de los amigos que le han quedado a Aragonés en la capital del Turia.
 
«Convivir con él habría dado para escribir un libro... cada día. Ha sido el más grande como entrenador, pero también como persona», rememora Rielo. Él forma parte del selecto grupo de personas con los que quedaba Luis Aragonés cada vez que venía a Valencia. Siempre en el mismo bar, charlaba durante horas de fútbol junto al propio Rielo, Jesús Martínez, el actual consejero Juan Cruz Sol o Ángel Abelardo.
 
Este último fue su entrenador de porteros y el hombre que elaboraba los informes del próximo rival. Y de esa convivencia, saca a la luz otra cualidad del Sabio de Hortaleza: era meticuloso e incansable en el trabajo. «Un día me llamó a la una de la madrugada y me dijo que si podíamos vernos en ese momento, que había un error en el informe que le había pasado esa semana».
 
Quedaron poco después en un bar. «Me dijo que había colocado a un jugador en una demarcación en la que no había actuado en su vida. Yo le insistí que, por bajas y otras circunstancias, su entrenador lo había puesto ahí». En una época en la que no existía internet ni había tanta oferta televisiva de fútbol, Luis Aragonés consiguió el vídeo del partido. «Comprobó que el informe estaba bien. Siempre decía que él había nacido para esto. Disfrutaba. Y luego no tenía problemas para admitir un error. Era impresionante. No conozco a nadie que lo haya tratado que hable mal de él».
 
Y ese fue Luis Aragonés en el Valencia. Meticuloso. Brusco pero directo en el trato. Ganador. «Después de una de sus charlas, le dije que me habían entrado ganas de jugar y el me respondió: 'A mí también'», recuerda Rielo. «Nos llamó a mí y a Jesús Paredes para comunicarnos su dimisión un minuto después de decírselo al presidente. Él era muy meticuloso en respetar los códigos».

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