Tan alicaído estaba viendo al Valencia tras la eliminación de Champions a manos del Schalke de Raúl, que me había planteado pedirle perdón públicamente
No hay cosa peor en el fútbol que la derrota. Bueno sí hay peor que la derrota: muchas derrotas. Demasiadas en el Valencia. Contando la dolorosa eliminación de la Champions, el Valencia está dándonos tantas malas noticias en las últimas semanas, que me había planteado seriamente hacer hoy un artículo en el que apoyar públicamente al Villarreal en su lucha por conquistar la Europa League. Hasta había previsto mostrar mi admiración por la hazaña que cada semana mantiene, contra todo pronóstico, vivo al Levante entre los más grandes.
Quería hablarles de lo orgullosos que se sienten con su equipo los granotas en contraposición con el Valencia y después divagar sobre que, eliminado ya de la Copa y con la Champions en el bolsillo en la teoría —que no en la práctica—, tenía la sensación de que al Valencia solo lo mantenía vivo la ilusión por seguir adelante en la Liga de Campeones. Y desde ahí, quería contar mi desasosiego al caer en la cuenta de que, como una película de miedo cuyo guión lo hubiera escrito el peor de mis enemigos, es precisamente el equipo de Raúl el que asesta el golpe de gracia al Valencia para perturbar eternamente mi descanso por tanta barbaridad vertida contra el 7 de España. Y tan tocado veía al Valencia que valoraba junto a mi neurona preguntona la posibilidad de pagar penitencia pública por mis numerosas afrentas con tal de que el Valencia remonte el vuelo de una vez y se meta cuanto antes en la Liga de Campeones. Pero apareció el tal Pepe Ribes con su «¡Amunt Valencia!» lanzado desde ultramar y me dije «¡anda ya! aquí vamos a dar guerra hasta el final y pese a quien pese. ¡Se van a cagar!». Me levanta la moral un anuncio de cerveza... no tengo remedio.
No hay cosa peor en el fútbol que la derrota. Bueno sí hay peor que la derrota: muchas derrotas. Demasiadas en el Valencia. Contando la dolorosa eliminación de la Champions, el Valencia está dándonos tantas malas noticias en las últimas semanas, que me había planteado seriamente hacer hoy un artículo en el que apoyar públicamente al Villarreal en su lucha por conquistar la Europa League. Hasta había previsto mostrar mi admiración por la hazaña que cada semana mantiene, contra todo pronóstico, vivo al Levante entre los más grandes.
Quería hablarles de lo orgullosos que se sienten con su equipo los granotas en contraposición con el Valencia y después divagar sobre que, eliminado ya de la Copa y con la Champions en el bolsillo en la teoría —que no en la práctica—, tenía la sensación de que al Valencia solo lo mantenía vivo la ilusión por seguir adelante en la Liga de Campeones. Y desde ahí, quería contar mi desasosiego al caer en la cuenta de que, como una película de miedo cuyo guión lo hubiera escrito el peor de mis enemigos, es precisamente el equipo de Raúl el que asesta el golpe de gracia al Valencia para perturbar eternamente mi descanso por tanta barbaridad vertida contra el 7 de España. Y tan tocado veía al Valencia que valoraba junto a mi neurona preguntona la posibilidad de pagar penitencia pública por mis numerosas afrentas con tal de que el Valencia remonte el vuelo de una vez y se meta cuanto antes en la Liga de Campeones. Pero apareció el tal Pepe Ribes con su «¡Amunt Valencia!» lanzado desde ultramar y me dije «¡anda ya! aquí vamos a dar guerra hasta el final y pese a quien pese. ¡Se van a cagar!». Me levanta la moral un anuncio de cerveza... no tengo remedio.
Entradas
No hay comentarios:
Publicar un comentario